Información sobre la desinformación


De un tiempo a esta parte cunde mucho entre los políticos el concepto “desinformación”. La verdad es que el problema de la desinformación es bastante viejo y además es un problema metafísico. Si acaso, una de las mejores expresiones de esta problemática fueron los solapados debates que mantuvo Sócrates con los sofistas. Es que el problema metafísico es de por sí bastante complejo y no podemos decir que, después de más de 2500 años de filosofía, se haya aclarado. Sin embargo, desde que anda en el candelero de la vida política lo que sí es cierto es que se ha empobrecido. Ya el propio concepto de desinformación es un tanto vago. Y creo que su vaguedad se aprovecha muchas veces con descaro. En castellano claro y conciso se ha preferido emplear la palabra “mentira”. Claro que también el vulgo distingue las medias verdades, los disimulos… Hay una palabra que a mí me causa admiración, es la de subterfugio. Y otra que es hermosa de por sí, “dolo”.

Y es que con esto de las fake news, la velocidad de redes y de información, y los tiempos de la posverdad, todo ha venido a complicarse, posiblemente. Don Juan Manuel,que entre otras cosas podía resultar un poco pedante, resultar un poco viejo, pero que resulta un tío muy legal, escribió algo sobre la mentira y la asoció al árbol del bien y del mal, lo que es acertado como pocas cosas. Decía Patronio, admirable personaje suyo, que conviene distinguir tres tipos de verdades. La mentira simple, qué es la que empleamos todos a diario, y que podemos llamar mentirijilla. La mentira doble, que es cuando se promete o se cautiva el futuro para salirse con la suya. Y otra, malísima al parecer, la triple, que es decir mentira aprovechando la verdad o diciendo verdades. En rigor, desde el punto de vista político y desde un punto de vista simplista, las tres mentiras son desinformación.

Pero la desinformación es mucho más. La desinformación no es solo confundir a la ciudadanía y al usuario, muchas veces usando la triple mentira. Ni es propagar bulos, muchos de los cuales son en realidad mentirijillas. Ni es jurar y perjurar poniendo en riesgo el futuro de lo que se sabe no se ha de cumplir. La desinformación no es solo engañar adrede. Más que eso, es no decir la verdad íntegramente, y peor, a sabiendas. Esto es malo, qué duda cabe, y va pudriendo las raíces del árbol de la democracia. Pero desinformar es también eludir el derecho a informarse, y ya puestos, a no dar información cuando hay obligación de darla. Por lo tanto, siendo asuntos de interés público, y teniendo representantes políticos, no informar es rigurosamente desinformar. Y una cosa curiosa, el uso abigarrado del concepto “desinformación”, está claro que es una forma de desinformar.

Viene todo esto a cuento luego de escuchar los argumentos esgrimidos en el Pleno Municipal, a propósito de la instalación de una planta de biogás, no en Manzanares, ni en sus cercanías, sino en su término municipal, que para el caso es lo mismo. No es ya que los argumentos fuesen notoriamente simples, incompletos e incluso —a veces— ejercicios de sofistería por no decir carentes de sofisticación. Ni es que hubiese desinformación en el sentido que hemos definido aquí. Es que, se jugaba al gato y al ratón, incluso al pilla pilla.


Vamos, que la desinformación atrapó el debate y la información sobre los beneficios y perjuicios de la instalación de dicha planta.

Está claro que el problema de Parménides, que era el de lo que es, sigue siendo problema. Al avisado lector, político y usuario, manzanareño, es al que le cabe tomar medidas, porque el objeto de la desinformación es él. 

M.G.A.



 

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